25 de octubre de 2016

Cruzar el charco

Plaza Independencia


Con Uruguay tengo una especie de imán. Es una atracción desde que puse un pie ahí. No importa cuál sea el destino en particular, todo me enamora.
Esta vez fue el turno de Montevideo. La última vez que había ido fue por un día y no había tenido la posibilidad de recorrerla. Era el final de un largo viaje y me había agarrado cansada y con el cuerpo pasando factura. El recuerdo no era el mejor.


Pensé en darle otra oportunidad. Verle la cara con otra energía, dedicarle unos días para conocerla, y como era de esperar me atrapó.

Playa Ramírez

Las Palmeras en Parque Rodó


Era mitad de semana, inicio de la primavera cuando crucé el charco - como decimos los argentinos- ya que literalmente cruzás en una hora por buque y llegás a Colonia del Sacramento o Carmelo, las ciudades puerto, y de ahí tomás un bus que te deja en pocas horas en Montevideo.
Para alguien que viene de Buenos Aires, pensar en la capital de un país es sinónimo de caos. Pero Montevideo escapa de todo eso. Es ordenada, tranquila y armoniosa. Sus calles y edificios parecen respetar un orden preestablecido. En algún punto la conecté con Barcelona - todo en uno-. Es ciudad, playa, noche y distensión. Allí todo sucede a un ritmo más lento. La capital uruguaya es descontracturada, si hasta los oficinistas se pasean con el termo bajo el brazo durante su hora de almuerzo.



Free Tour por el Teatro Solís


Como vengo acostumbrando en mis últimos viajes, hice el recorrido turístico, y el no turístico. Hacer el free tour, me ayudó a conocer un poco más de la ciudad y a tener un panorama general. Y siempre es bueno hablar con el staff del Hostel, si es que te hospedás en uno, porque te van  recomendar cosas que quizás no son tan “turísticas”, pero que son atractivas para quienes buscamos esas alternativas de viaje más al estilo del “citadino”.


Parque El Prado

Si todavía no tuviste la oportunidad de ir a Uruguay, no lo dudes, no te va a defraudar. Es un país pequeño pero con un encanto enorme. Y si ya fuiste, volvé, siempre vas a descubrir cosas nuevas y vas a encontrarte con personas agradables que van a hacer de tus días ahí más encantadores.

Arriba!!

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Datos a tener en cuenta:

  • Pagar lo más que puedas con tarjeta de débito, te devuelven el IVA.

  • Si vas a comer pizza, tené en cuenta que los uruguayos llaman pizza a la masa con tomate. Si lo que querés es una muzza, tenés que pedir la de muzzarela. Y lo que para nosotros es una porción de pizza, para ellos son dos. En general, pasa con cualquier plato, ya que suelen hacerlos bien abundantes, así que siempre pregunten cómo es la porción.

  • Si vas a tomar un bus para moverte podés abonarlo con billetes y te dan cambio. No hace falta tener una tarjeta o monedas.

  • Siempre teniendo en cuenta en qué zona se hospede uno, si sos de los que les gusta caminar, podés recorrer mucho a pie, que fue mi caso que estuve cerca del Parque Rodó. Mayormente me manejé así.




Graffitis everywhere






25 de junio de 2016

Próximo destino: Estambul


Mi paso por Estambul fue por 17 hs. El vuelo que había sacado a España, tenía como escala la capital de Turquía. Y si bien eran muchas horas de espera me vi tentada ante la posibilidad de salir a conocerla. Turquía… quién sabe cuándo pueda volver. Muy por el contrario a mis gustos, el paso por allí fue una carrera contra el tiempo. Dado que no contábamos con muchas horas, fue muy poco lo que pudimos recorrer. Pero lo que vimos valió la pena.



Vale hacer una aclaración al respecto de la escala. La empresa Turkish Airlines, cuenta con el servicio de hospedaje gratuito o de city tour para quienes tienen tantas horas de espera. En mi caso tomé la primera opción, porque tanto a la ida como a la vuelta, mis horarios no coincidían con los tres tours que organiza la compañía.





Sin embargo, conocí Estambul en su esplandor… llena de luces, llena de vida. No tuve oportunidad de ingresar a las Mesquitas, pero verlas desde afuera fue igual de alucinante imagino. Lamentablemente, no salí con mi cámara, y sólo pude tomar unas pocas fotos con el celular dado que la noche no es su mejor amiga y las imágenes no tienen buena calidad. Pero grabé cada una de esas imágenes en mi mente. Las farolas de colores que adornaban los cielos, entre los muchos restaurantes y bares que se encuentran por el centro. Me quedé con los aromas que se escabullían de las cocinas. Con varios amigos fieles - los gatos - que están a la vuelta de cada esquina, los mejores guías turísticos sin duda alguna. Y aprendí que la mejor forma de conocerla, es caminándola y no arriba de un taxi.


Ciertamente no es una ciudad para ir por unas horas. Pero si se encuentran con la posibilidad de aprovechar uno de estos vuelos, ni lo duden. Son oportunidades que vale la pena aprovechar.

28 de marzo de 2016

Barcelona I´m in love

La clave para recorrerla es dejarse llevar por el instinto, o por el deambular. Pero esa es la base para conocerla bien, perderse entre sus calles, caminar sin nada prefijado. Claro, si contás con varios días para estar allí. Es que es una ciudad que necesita al menos cinco días de tu itinerario. Barcelona lo tiene todo. Es ciudad, pero no tiene la furia de Buenos Aires, ni el caos de Roma. Va con paso más tranquilo. Tiene edificios espectaculares: lo clásico, lo moderno y lo gótico conviven a la perfección. Tiene sus callecitas angostas y serpenteantes que te invitan a recorrerlas sin prisa. Tiene sus grandes tiendas para los amantes del shopping, pisos y pisos con lo que te imagines. Tiene su Barceloneta, para tirarte en la arena a disfrutar de una tarde de verano, aunque yo la disfruté en un otoño que te invitaba a meter los pies en el mar. Tiene sus noches de Tapas donde uno se pierde en largas horas de charlas en las cuales no se distingue un idioma, sino que de varios se crea uno nuevo. Sus esquinas te sorprenden con música, caminando por allí llegué a perder la noción del tiempo entre artista y artista, dejándome sorprender por cada una de sus hermosas melodías. Y si hablamos de música y de dejarse llevar, Park Guell es un lugar que no tiene desperdicio. Al menos para mí que soy amante del verde lo recorrí por largo rato, y me olvidé de los relojes, y me dejé caer en un banco a contemplar el lugar y a dejarme llevar por la melodía que venía de algún lugar recóndito del parque. Me habían contado que era hermoso, pero hasta que no estás ahí no tenés idea de lo que eso realmente significa.

Park Guell
También me habían dicho que me iba a enamorar de Barcelona, que tenía todo lo que me gusta. Y no se equivocaron, y doy gracias a haberle destinado tantos días como me habían aconsejado. Aunque sé que me quedó mucho por recorrer.
Pero sinceramente soy de las que prefieren ir relajadas, sin apuros, ni minutos ni segunderos. Cuando viajo me gusta disfrutar, conocer, probar y andar lo más liviana posible, a excepción de mi cámara que es mi compañera ideal para cada travesía.



Así que si me preguntan… esta ciudad tiene mucho para dar, anímense a perderse por sus calles, y por qué no en el acento de algún lugareño, tan bonito que es. Es como una suave melodía, como un susurro. Ay Barcelona!, me pregunto qué más habrá por descubrir que no haya visto. Espero poder averiguarlo en otra oportunidad.



20 de febrero de 2016

Europa no es sólo Roma y Paris

Budapest nos dio un golpe de realidad, el primero del viaje, o quizás el que nos sacó de la ensoñación en la que uno se sumerge cuando viaja. Después de seis horas de recorrido en micro, llegamos a una parada en algún sitio de la ciudad, sin saber dónde debíamos ir (primera lección: tener una idea - aunque sea vaga- del circuito que te lleva de la estación/aeropuerto al hospedaje). A pocas cuadras encontramos el metro. Eran las 5 am, aun de noche y estábamos un poco adormiladas. Sin lugar a dudas, minutos después nos íbamos a dar cuenta que por querer ahorrar un poco de dinero, elegimos la peor opción (segunda lección: lo barato sale caro). Quizás para muchos de los que se bajaron del bus con nosotras la experiencia haya sido distinta. Pero para tres chicas, que venían enamoradas del cuento de hadas que había supuesto Praga, y que acostumbraban llegar a aeropuertos relativamente céntricos o a estaciones de trenes bien concurridas, una parada de ómnibus, en un punto de la ciudad que no tenía referencia a nada y en medio de la noche, claramente no fue la mejor elección.
Fue así como nos vimos envueltas en los minutos más largos de nuestro viaje. Un poco por ignorancia nuestra y otro poco por falta de voluntad de la gente a la que recurrimos en busca de información. No tuvimos la suerte, como hasta ese momento, de encontrarnos con personas amables y predispuestas. Se podría decir que empezamos con el pie izquierdo, y todo lo que hasta ahora era mágico y perfecto se estaba desarmando como un castillo de arena.
Puente de las cadenas

Pero por suerte Budapest nos terminó mostrando que también tenía otra cara. Que si bien el inicio no había sido el esperado, nos terminó encandilando con su belleza. Cabe aclarar que cuando uno se encuentra un poco perdido, sin referencias o para quienes viajan solos, una opción certera es la de hacer los free tours. Lo hay de distintos tipos, y en muchas ciudades. La gente encargada de llevarte a recorrer, además de contarte su historia y mostrarte los edificios más emblemáticos, son los principales referentes para todo ese tipo de información que uno necesita cuando pone un pie en el lugar (dónde está la mejor casa de cambio, dónde se pueden probar comidas típicas), y además como trabajan con el turista, están predispuestos a concederte su tiempo para darte las mejores referencias. A nosotras nos sirvió, y mucho.
Ahora bien, poniendo el foco en esta ciudad que tantas veces apareció en los libros escolares, y que tanto conocíamos pero a la vez tan poco, lo que más nos impactó de Budapest fue descubrir que así como la recordábamos, era una ciudad dividida en dos: Buda y Pest. Dos ciudades separadas por el Danubio, tan distintas entre sí, pero cada una con su singular encanto y su espectacular brillo nocturno como cual diva. Porque la capital húngara tiene eso, su noche cobra vida como pocas. Sus grandes edificios se iluminan por completo y hacen que la ciudad se vuelva imponente a la mirada de quien la transita.
Sissi y Francisco José I

Vista del Parlamento 

Parlamento de Budapest

Y aun más relevante, al menos para nosotras, fue que allí y no en otra ciudad, nos hicimos de un grupo de amigos pasajeros - así me gusta llamarlo-, y creo que no fue casualidad. Si bien fue poco lo que estuvimos y pudimos compartir, ahí logramos ser parte de una pequeña comunidad de latinoamericanos, que al escuchar el acento o ver el mate en brazos de uno, hizo que nos fuéramos acercando. Supongo que necesitábamos, no sólo maravillarnos con su brillo, sino de la companía de otros viajeros para sentir que todo estaba bien, y que el viaje debía continuar tal como hasta ahora. Y así darnos cuenta que un altercado no es más que eso, un mal momento, pero que siempre va a haber alguien con la predisposición para darte una mano y hacerte sentir, que si bien estás a miles de kilómetros, nunca estás solo.

Bastión de los pescadores

Bastión de los pescadores

3 de febrero de 2016

Dos días en Venecia

Con Venecia tuve una experiencia similar a la que viví en París. Fui con miedo a encontrarme con algo que no me guste, o mejor dicho que me desilusione. Programé dos días creyendo que bastaba y seguida por lo que dicen todos, que no necesitaba más para recorrerla. Y fueron dos días porque no quería andar a las corridas, porque de lo contrario, uno hubiera sido la elección.

Estaban los que decían “te vas a enamorar”, “es distinto a cualquier otra cosa que hayas visto hasta ahora”, y quienes opinaban “que era demasiado sucia”, “que no tenía ningún encanto”. Finalmente llegué para descubrir cómo era y poder crear mi propia versión. Venecia es distinta, sí. No sé si hay algo que se le parezca o no, aún me falta mucho por conocer, lo que sé es que me cautivó, que me encuentro en ese primer grupo de personas que quedó fascinado, junto a mis dos amigas que recorrieron el viejo continente conmigo. Caminar por sus callecitas, perderme entre ellas y encontrarme al final de cada una con sus canales y las casas rodeadas por agua, me hizo comprender que todo depende del ojo con que se mire, del gusto de quien la recorra. Y es que siempre me gustaron más las ciudades pequeñas que las grandes. Son más silenciosas, de perfil bajo, y tienen rincones con grandes encantos. Por eso me enamoré de ella, porque no necesita grandes fachadas para imponer, ni brillantes luces para encandilar.

Caminar por las calles de Venecia, te da la sensación de estar dentro de una gran maqueta. Un estudiante que quería sobresalir en su clase la diseñó para que cada viajero que la recorriera tuviera la sensación de estar dentro de una realidad paralela. Sus calles empedradas invitan a perderse. Podés cruzarte con un puente tras otro, y volverte a encontrar con una calle con salida al canal, como la que que viste unos minutos atrás, y así y todo no dejás de sentirte maravillado, de encontrar lo distinto donde todo parece similar. Venecia tiene ante todo: encanto.



28 de enero de 2016

¿Qué tiene Praga que enamora?

De todos los destinos que recorrí tuve distintas opiniones, encontradas por lo general. De algunas ciudades tenía más conocimiento que de otras, más imágenes mentales que me habían quedado tras cientos de películas, o por su popularidad. Pero Praga me tenía desorientada. No sabía cómo lucía, ni qué iba a ver en ella. Sin embargo, no hubo persona a la que le contara que iba a recorrer unos días la capital de República Checa que no me dijera que era única, una de las más lindas, y que me iba a enamorar. Me fui con esas palabras, aunque para mí seguía siendo un gran misterio. Fue cuando llegué que entendí todo. No necesité más que unos segundos, fue verla desde la ventanilla del charter para entender que tenía un encanto particular.


El contexto de ese momento era el siguiente: era otoño, ya casi entrado el invierno (y creánme que si tuviera la posibilidad decretaría que esta estación fuera anulada), habíamos llegado al lugar donde más frío íbamos a sentir, y para mi sorpresa el día era corto, más de lo que estamos acostumbrados en Buenos Aires. A las tres de la tarde empezaba a bajar el sol. Lo descubrimos en el trayecto del aeropuerto al casco histórico. El sol iba bajando, y para cuando logramos llegar a destino ya era de noche. “¿Qué pasó?, ¿esto es normal acaso?” Estábamos completamente desorientadas. Así y todo, con una temperatura que rondaba los 4° y con el día más corto que tuve en 32 años de vida, Praga fue mi ciudad favorita por lejos.

Mi sensación desde el día uno, fue que estaba salida de un cuento. Y después comprendí que mi apreciación no estaba errada, porque muchos coincidieron en describirla de ese modo. No creo que exista una frase que la pueda definir mejor. Sus casas con tejados, sus colores, sus calles empedradas, sus puentes, sus castillos, sus relojes. Su historia, su antigüedad, su arte, sus tabernas, su bohemia. Todo en en ella es mágico.
Y sin embargo mientras la recorría, me daba la sensación que ya la conocía. Si bien a cada paso que daba no dejaba de maravillarme con cada rincón (de haberme visto en un espejo me hubiera encontrado con los ojos desorbitados y con la boca abierta, expresando un “aaaah”), sentía una familiaridad que hasta hoy no puedo comprender.



Tres días y medio no fueron suficientes para recorrerla como se merece. Dicen que en verano los días son largos, será cuestión de volver y re-correrla.



16 de enero de 2016

Bonjour! Parlez vous espagnol?



De mi viaje a Europa entendí que todo es subjetivo, que depende de quién lo mire, de qué es lo que se busque, de los gustos. Durante 24 días recorrí, juntos a dos amigas, siete destinos increíbles, aunque totalmente distintos entre sí: Paris, Praga, Budapest, Venecia, Roma, Barcelona y Estambul nos recibieron con los brazos abiertos.

Llegué a Francia esperando encontrarme con la mala onda de los franceses de la que tanto me habían prevenido, con los parisinos que no son capaces de ayudar a un turista en busca de información, y para mi grata sorpresa me encontré con todo lo contrario. En un viaje que duró casi un mes, no conocí gente más predispuesta y amable que los franceses. No necesitaron que les pidamos ayuda para acercarse a darnos una mano. La amabilidad y generosidad de esas personas la voy a guardar en lo más profundo de mis recuerdos del viaje.

Me sentí cómoda, a gusto moviéndome en esa ciudad, donde el acento se me hacía pegadizo y escurridizo a la vez. Entendí que no son ellos los maleducados o poco tolerantes, sino el turista, que seguramente con su prepotencia y apuro quiera las cosas para ayer y no tenga la voluntad de hacerse entender, ni de empatizar con el local. Estoy casi segura de ello. Es que no todo el mundo tiene la capacidad de desconectarse y relajar cuando viaja. Muchos siguen queriendo ganarle al tiempo, dependiendo de él. Creo que es la gran diferencia entre el turista y el viajante, entre vacacionar y viajar. Yo hace tiempo que me considero una viajante. Hace años que dejé de decir que salgo de vacaciones, para anunciar que me voy de viaje, a recorrer, a dejar que la vida me sorprenda. Y si bien cuento con unos días, porque mis pasajes de vuelta son una realidad, y la rutina me espera, eso no me imposibilita a desconectar y olvidarme hasta el último día que mi momento es ese, y que hay mucho por conocer. Creo que ahí está el problema de la mayoría, que salen de vacaciones con el mismo chip que cuando están en su país, con su reloj acuesta y con el tiempo pisándole los talones. Aprendí que con un poco de tacto y amabilidad se consigue mucho, y que son cientos de personas las que están predispuestas a ayudarte sin nada a cambio.


Además de su gente, me enamoré de su glamour, de su serenidad y de lo perfecto que funciona todo. París es elegante, romántica y tranquila. Es que a mi entender, si bien es una ciudad grande no tiene esa “locura” de Buenos Aires. Va a otro ritmo, más calma y organizada. Su arquitectura es fascinante, sus callecitas sacadas de una película, sus florerías -  las más lindas que ví - sus cafeterías -con la particularidad de que las sillas que están en la calle dan todas en dirección a ella, como queriendo que uno sea partícipe de lo que pasa allí-. En París me sentí como en casa. No soy de querer volver a un lugar que ya recorrí, hay tanto por conocer que no usaría ese tiempo en pisar un mismo lugar. Pero creo que algún día voy a hacer esa excepción.

 
 

“La impresión de las primeras horas en la ciudad del amor, es claramente eso, amor. Su arquitectura con edificios de pocos pisos y angostos, con ventanales enormes donde la privacidad no tiene lugar. Se puede ver el interior de cada departamento. Creo que si viviera acá podría escribir miles de historias de estas personas, que viven sus vidas delante de mis ojos como si yo no estuviera ahí. No me aburriría jamás, eso seguro”. (Anotaciones en el celular mientras viajaba en el metro - Noviembre 2015).